Sentido Poe

Igual daba que viajara por la provincia, el país, el continente o el otro lado del globo... Cuando preparaba el equipaje –siempre a última hora, improvisado- metía en la valija un libro de relatos de Edgar Allan Poe. Tenía el convencimiento de que abierto, el libro, a kilómetros del lugar dónde lo había leído la primera vez –había leído todo lo que Poe había escrito y estaba publicado (y traducido) durante su juventud- sería un libro nuevo, un misterio nuevo, una emoción nueva, y, sin embargo, la razón última de este imprescindible en la maleta era sentirse en casa... Tan sólo un destino no gozaba del acompañamiento de los relatos de Poe, pero ese era otro asunto. En aquel momento no tenía previsto ningún viaje, ni siquiera para las próximas semanas, y desde luego no iba a preparar el equipaje con semejante antelación pero hoy se había levantado con un único objetivo: (re)leer a Poe... Con este pensamiento se dirigió a la librería del salón que contenía su obra: Varias ediciones de un mismo libro, libros compilatorios, la obra completa en una buena edición... Poe ocupaba un lugar relevante en aquellos estantes... Se decidió por el primer tomo de los Cuentos que editó Alianza con la traducción y los comentarios de Cortázar y se sentó en la mesa del comedor dejando colgadas las piernas... Lo acercó a la cara y olió sus páginas, era algo que hacía con cada libro y con el paso de los años se maravillaba de los nuevos olores que podía descubrir. Abrió al azar y el libro le mostró El pozo y el péndulo. Buscó el principio del relato y comenzó a leer: “Sentía náuseas, náuseas de muerte después de tan larga agonía...”
Al concluir la lectura sintió cierta conmoción. Y el leve remordimiento de sentirse como en casa le acompañó el resto del día...

Bricolaje

Cómo va el gotele del desamparo
borrando de la pared las decepciones
Si te sobra titanlux del de colores
hago trueque y te regalo mi catarro